CCAJAR, una de las organizaciones objeto de seguimiento por parte del DAS. Algunos de sus miembros: Eduardo Carreño, Soraya Gutierrez, Osvaldo Alvarez, Jomary Ortegon, Rafael Barrios, Pilar Silva, Carlos Beristain (médico y psicólogo), Reinaldo Villalba y Martha Lucia Botero tras un taller psicosocial facilitado por Beristain y el eje de Apoyo a la Reconstrucción del Tejido Social de PBI.

Por Carlos Beristain

Carlos Beristain es médico y doctor en psicología. Ha trabajado en varios países con grupos de derechos humanos y víctimas de violencia política sobre salud mental.

Dimensión de los hechos e impacto

Los defensores de derechos humanos han sido en muchos países objeto de hostigamiento y de acciones de inteligencia dirigidas a controlar sus movimientos, incluyendo un perverso espionaje de la intimidad de sus vidas. La dimensión y profundidad de las acciones de inteligencia, hostigamiento y control de operativos de inteligencia contra defensores de derechos humanos revelada recientemente muestra una decisión de alto nivel. En el caso colombiano los recientes descubrimientos —también en términos de impacto— tienen una dimensión desconocida en muchos países.

En términos psicosociales el impacto puede verse en el enorme sentimiento de vulnerabilidad, dado que todos los aspectos de la vida colectiva, personal y familiar han sido espiados y convertidos en «objetivos contrainsurgentes». Este sentimiento de vulnerabilidad deja a las personas afectadas en una situación de desamparo frente al poder del Estado. También constituye una violación personal de la intimidad, que puede entenderse en una parte comparándola con algunos de los efectos de la violación sexual en la que el ataque a la dignidad, el control de la intimidad, la sensación de suciedad,  la humillación y vergüenza o la sensación de estigma son frecuentes.

Por otra parte, los hechos generan una vivencia de imprevisibilidad —así como una percepción de control total de la vida— con las pruebas delante que se han hecho públicas y han ido de mano en mano, con la constatación de la impunidad con la que se han desarrollado y la ausencia de garantías para las víctimas.

Por último, las consecuencias pueden valorarse en la pérdida del sentimiento de mínima seguridad y de amenaza vital permanente. La búsqueda de información global y exhaustiva sobre salidas, domicilios, viajes, relaciones personales, familia, personalidad o situación de los hijos supone una vivencia de terror que anticipa las posibilidades de acciones violentas contra la persona, familia o colectivo; otorga «sentido» a algunas de las ya realizadas en el pasado contra varias de ellas; y genera una sensación de incertidumbre sobre el futuro.

Entender los hechos y algunos de los efectos personales y colectivos

El nivel de dirección implicado, la impunidad de los autores durante años, los medios utilizados para ello, la extensión del control a actores sociales diferentes, el nivel de profundidad de la información y seguimientos realizados y medios de control logrados, asustan. Esta experiencia abrumadora puede generar un costo colectivo en cohesión o el impacto del trabajo —desconfiar de todo o de todos, como una manera de hacer frente a la incertidumbre y vulnerabilidad—. Por otra parte también tiene un coste emocional enorme que hay que procesar colectivamente. Son frecuentes las reacciones de inhibición o dejar de hablar de los aspectos problemáticos, el refugio en las propias tareas, el descuido de los aspectos colectivos, las interacciones personales defensivas o irritables, la formación de subgrupos, que son formas de impacto colectivo de experiencias traumáticas y estresantes.

Después de los primeros días puede predominar una fase de shock en la que parece imposible lo que está sucediendo, predomine la confusión o incapacidad de evaluar la situación, una sensación abrumadora o paralizante muchas veces. Paralelamente se pueden ir dando situaciones de crisis por las implicaciones emocionales, personales o familiares de los hechos.

Son frecuentes las respuestas traumáticas como el miedo por uno mismo o los demás, especialmente la familia e hijos; la rabia por la injusticia de los hechos o la impunidad de los autores y responsables;  los sentimientos de culpa o responsabilidad, tratando de darle sentido personal a algo que lo tiene en la dimensión pública y la responsabilidad de los autores; las reminiscencias o recuerdos traumáticos de otros hechos anteriores; la ambivalencia entre la expresión y la inhibición emocional debido a las necesidades contradictorias entre lo personal y lo que se cree constructivo para los otros. Darse cuenta de esto puede ayudar a tener flexibilidad con uno/a misma/a y a entender algunos de los impactos que pueden manifestarse.

Las implicaciones familiares son enormes, dado que la familia y las relaciones afectivas han sido convertidas en un blanco directo de acciones de inteligencia y control, mostrando el hostigamiento familiar como un exponente del terror. Esto conlleva un aumento de la percepción del riesgo para los defensores y sus familias, con un mayor sentimiento de indefensión.

En términos individuales y grupales se necesita concretar acciones para tomar un cierto control de la situación y las vidas individuales o la colectiva.

Aprendizajes y oportunidades

Pero este análisis del modus operandi y los impactos habría que hacerlo sin perder visión de la realidad, sin dejarse llevar por esta dimensión panóptica de control.

También hay un nivel de aprendizajes o acciones concretas que puede hacer las cosas diferente. Se necesita dar pasos claros de acción y protección con lo sucedido, desde el manejo del comportamiento personal hasta la comunicación con la familia o las exigencias al Estado.

Entre las acciones que pueden convertir esta enorme vulnerabilidad en una fortaleza se encuentran: el nivel de visibilidad adquirido por el operativo con las denuncias y documentación incautada; la identificación de los perpetradores en diferentes niveles organizativos y su responsabilidad directa en los hechos; las acciones legales y políticas, nacionales o internacionales, que sirvan de protección en el futuro.

Lo más negativo sería quedarse en la percepción de control —saben todo de mí— o la parálisis —no puedo hacer nada—.
Desde el punto de vista del acompañamiento se habrían de tener en cuenta las situaciones personales y necesidades de apoyo individual. Entre ellas habría que considerar:

- Necesidades específicas de personas más afectadas por los hechos
- Miedo y percepción de inseguridad personal
- Manejo de la rabia y la impotencia
- Impacto de los hechos en contexto acumulativo o experiencias pasadas
- Manejo de la dimensión familiar o de relaciones interpersonales
- Mecanismos de adaptación a la tensión o miedo
- Nivel de afectación por estrés, y mecanismos de afrontamiento individuales

En el manejo grupal es fundamental proteger la comunicación. El cuidado de la dinámica interna organizativa debe ser parte de los objetivos, ya que es lo que asegura una relación más satisfactoria y un trabajo más eficaz. El quiebre de la confianza interna es el indicador más grave de malestar e impacto en un grupo.
Frecuentemente es difícil encontrar el momento o la manera de hablar de estos problemas pues puede pensarse que no será útil, que se va a cargar a las otras personas o que es mejor evitarlo como una manera de mantener la calma.

Estas respuestas son normales y hasta adaptativas, pero a veces bloquean una manera más abierta y un dialogo más franco que permita abordar los problemas con la familia o relaciones personales significativas. Además, después de los primeros momentos se necesitan espacios colectivos de procesamiento.

Saber todo esto no evita el problema pero puede ayudar a dar sentido a los hechos y encontrar un espacio y estrategias de fortalecimiento en el contexto actual.