EDITORIAL

Los derechos humanos siguen estando al orden del día en todas las noticias del mundo y de Colombia en particular, pero no precisamente por su reconocimiento, sino por su vulneración y desconocimiento sistemático que deja miles de víctimas asesinadas, desaparecidas, o en condiciones de total indignidad, en países que cínicamente se siguen nombrando como democracias o Estados de derecho estables y comprometidos con el sistema internacional de protección de las garantías ciudadanas. El discurso de los derechos humanos se amplía en su reconocimiento constitucional, pero a la vez se banaliza su aplicación, quedando reducidos los mismos a normas que se pisotean y se desconocen sin que haya mecanismos efectivos que sancionen a los Estados y sus gobiernos por su incumplimiento.

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