Ana Teresa Rueda de la OFP y Paco Simón

Articulo publicado en el Boletín especial 15 años, octubre 2009

Paco Simon Conejos, voluntario de España (2000-2002)

Los paramilitares toman esta ciudad  del Magdalena Medio e imponen a fuego el dominio político, económico y social. Esta incursión provoca varios muertos y desaparecidos.

Barrancabermeja tuvo el triste privilegio de convertirse, en el año 2000, en una de las ciudades más violentas del mundo, con 567 asesinatos y una tasa de criminalidad de 227 muertes por cada 100.000 habitantes 1. Esta población, surgida a principios del siglo XX paralelamente a la explotación de los yacimientos petrolíferos y sede de la principal refinería del país, fue desde sus orígenes epicentro del movimiento social colombiano pero en sus barrios había una fuerte presencia de las guerrillas de las FARC y el ELN. Estas características la convirtieron en objetivo de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quienes ese año se lanzaron a su conquista. Pese a las reiteradas denuncias de las organizaciones de derechos humanos de que a los vecinos les estaban amenazando con una Navidad «de dolor y sangre», y pese a la fuerte presencia de la Fuerza Pública, que con más de 2.000 efectivos la convertían en  una de las ciudades más militarizadas de Colombia, un centenar de hombres de las AUC iniciaron el 22 de diciembre la fase final de la toma de Barranca. Inexorablemente impusieron, a fuego, el dominio político, económico y social que todavía ejercen aunque de manera  menos visible. Yo llevaba dos meses en el equipo y el resto de mi tiempo en PBI se puede resumir perfectamente con una frase de Saramago: «Nosotros, los humanos, somos así, lo sentimos todo al mismo tiempo». Dolor por los muertos y desaparecidos y alegría por la resistencia de los vivos, miedo por el alto riesgo de nuestros acompañados y deseos de estar a su lado permanentemente, cansancio por el exceso de trabajo y satisfacción por la actitud de mi equipo. 

En los primeros 45 días de 2001 fueron asesinadas 145 personas, la mayoría acusadas de colaborar con la guerrilla 2. Cayeron hombres y mujeres que habían liderado las reivindicaciones para mejorar las deplorables condiciones de vida de la población de una de las zonas del país más ricas en recursos naturales.  Los defensores de la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS), la Organización Femenina Popular (OFP) y la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES) a quienes acompañábamos comenzaron a sufrir todo tipo de presiones y amenazas para que dejaran de denunciar y abandonaran la ciudad. En cualquier momento saltaban las alarmas y teníamos que salir a cualquier hora del día o de la noche para realizar un acompañamiento o hacer las llamadas pertinentes para tratar de garantizar su seguridad. Además, algunos de los  defensores más amenazados y varias casas de la OFP tenían acompañamiento las 24 horas. Experimenté un estrés distinto al que había sufrido en mis anteriores trabajos. Ahora ya no se trataba de presión laboral sino que tenía la sensación de que de cada decisión nuestra dependía la vida de los acompañados. 

Cuando varios defensores no pudieron resistir más y tuvieron que marcharse de Barranca sentí una enorme impotencia. En esos momentos tuve ganas de huir, pero, poco a poco, comprendí que aceptar nuestras limitaciones formaba parte de la propia efectividad del trabajo de PBI.

También fue el año en que las AUC declararon objetivo militar a PBI. El 8 de febrero de 2001, dos paramilitares le quitaron el pasaporte y el celular a nuestro compañero Lars mientras estaba en una casa de la OFP, y al marcharse le dijeron: «A partir de ahora usted es objetivo militar de las Autodefensas». Pasamos de disuadir frente a las amenazas a ser amenazados y hubo una gran preocupación entre las ONG sobre la actitud que íbamos a adoptar. 

Lars salió un tiempo a Bogotá para denunciar lo ocurrido y PBI no sólo no redujo su trabajo en Barranca sino que duplicó la cantidad de miembros del equipo. Fue una decisión tan valiente como consecuente. Sólo me resta reiterar lo que ya dije en un anterior aniversario: desde que estuve en PBI no soy el mismo. PBI me abrió los ojos. Me puso en medio de un conflicto al lado de las víctimas para ayudarlas y éstas me ayudaron a mí a ver la realidad sin tapujos.

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1 «Magdalena Medio, un espejismo de paz», informe presentado por la Corporación Reiniciar en 2003 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

 

 

Recuerdos de la toma paramilitar

Lars Helmersson, voluntario de Suecia (1995 – 2004)

Barrancabermeja: En el Barrio Prado Campestre en el suroriente de Barrancabermeja la Organización Femenina Popular (OFP) tiene una de sus Casas de la Mujer. A las 11 de la mañana, el 27 de enero de 2001, los paramilitares intentan tomar la casa pero la OFP, acompañada por PBI,  se niega a entregar las llaves. Por la tarde, familias huyendo de sus casas se refugian allí e iniciamos una presencia de 24 horas al día, que va durar casi un mes, hasta que los desplazados han sido reubicados en otros sitios.

Las familias en su mayoría vienen de Pablo Acuña, un barrio vecino fundado hace 12 años por gente desplazada, ubicado como una isla al margen de la ciudad. Ahora casi todos se desplazan de nuevo. La OFP con nuestro acompañamiento los ayuda a salir. Muchos lloran cuando dejan sus hogares construidos con solidaridad y mucho esfuerzo. En las calles de Pablo Acuña patrulla el Ejército y afirma  que todo está tranquilo.

Unos días más tarde hay 22 familias en la casa, con niños, perros, gallinas y todo lo que han podido traer. Hay dos mujeres en  avanzado estado de embarazo, una de ellas de solo 14 años, que van a dar a luz durante el mes. Es apretado, caluroso, polvoriento y revuelto. Por las noches hacemos turnos de vigilancia y de vez en cuando suenan tiros. 

Faltan unos minutos para las ocho de la mañana, el 8 de febrero en la Casa de la Mujer. Estoy allí desde la noche anterior. Van a realizar una reunión de solidaridad a las nueve, están haciendo el aseo y la puerta del patio está abierta. Estoy parado en el patio a pocos metros de la puerta cuando dos jóvenes de unos 18 años, con pantalón jean y camiseta entran con pasos decididos. Entiendo inmediatamente que son paramilitares. Uno de ellos va hacía mi y dice en tono mandón y agresivo «papeles». Con una mezcla de rabia y temor respondo desafiante «¿Por qué?» «Los papeles y el celular», repite más agresivo. «Presento mis documentos a  las autoridades pero no a  ustedes», respondo. Los dos mueven sus manos hacia la pretina de sus pantalones donde bajo sus camisetas veo los bultos de sus pistolas. Por una fracción de segundo el impulso de decir un «no» rotundo cruza mi mente pero no puedo medir las consecuencias y le alcanzo mis cosas. Me arrebata mi pasaporte y el otro mi celular y antes de salir rápido por la puerta me apunta diciendo «A partir de ahora usted es objetivo militar de las Autodefensas». A Jackeline Rojas, coordinadora de la OFP, que estaba a unos metros de mi le ha pasado lo mismo.

Todo pasó en 20 segundos y siento un leve temblor en  las manos cuando tomo un celular que alguien me alcanza. Intento llamar al equipo de PBI pero los teléfonos están ocupados y con ninguno de los tres números de celular de la base militar del barrio logro comunicarme. Mientras tanto la OFP llama para informar de lo sucedido y pronto el lugar es inundado por organizaciones, prensa, Policía y DAS. Después de responder a preguntas regreso a nuestra casa. El proyecto toma la decisión de que salga de Barranca con el próximo vuelo que será mañana.

La reacción, nacional e internacional fue rápida y contundente. En este momento, Suecia tenía la presidencia de la Unión Europea. El día siguiente un vocero de las AUC, en el periódico local Vanguardia Liberal, dice: «nuestra organización no adelantó ninguna acción en contra de la OFP, o de las Brigadas Internacionales de Paz. Ayer ningún mando nuestro ordenó acciones de ese tipo» .

El mismo día mi pasaporte y mi celular son devueltos por un profesor que dice que fueron encontrados en una escuela en el barrio. Por la tarde el muchacho que me amenazó viene a la Casa de la Mujer junto con otro hombre y pregunta amablemente por «el viejo con las gafas», para decir que «fue un error» y prometer devolver lo robado. Pero no estoy allí. 

Camino al aeropuerto, me despido de las organizaciones y noto que algo ha cambiado. Sin embargo, el 20 de febrero estuve de regreso para la alegría de nuestros acompañados. «El regreso de Lars es una victoria para nosotros» decía Francisco Campo de CREDHOS.