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Mujeres defensoras

«Ser defensora es un compromiso de vida. Es romper todos los estereotipos.»

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La defensa de los derechos de colectivos históricamente discriminados por motivos  interseccionales como las identidades sexuales y de género, el origen étnico o la clase, entre otras, se erige como un pilar fundamental para la construcción de sociedades justas, equitativas y diversas. Las personas LGTBIQA+ enfrentan numerosas formas de discriminación y violencia, desde la falta de reconocimiento legal y social, el trato discriminatorio en el ámbito laboral y público, hasta agresiones y crímenes de odio. Las mujeres, personas no binarias y disidencias de género, en particular, encaran una doble opresión debido a su género y orientación sexual, siendo objeto de discriminación y violencia machista. Si además son personas racializadas o de clases populares, las violencias se multiplican. La lucha por los derechos de estos grupos es esencial para garantizar el respeto a la diversidad y la igualdad, promoviendo así sociedades donde todas las personas y colectivos puedan vivir libremente y tengan sus derechos garantizados.
Las mujeres defensoras de derechos humanos desempeñan un papel crucial en esta lucha, enfrentando riesgos específicos por su labor. Con frecuencia, enfrentan patrones de criminalización específicamente dirigidos a vulnerar su condición de género, que se intersectan con patrones racistas y clasistas cuando se trata de mujeres indígenas, racializadas y populares. Se infravalora su
rol político, se vierten sobre ellas difamaciones basadas en atributos morales machistas, deben hacer frente a sistemas judiciales patriarcales, o se cometen contra ellas agresiones sexuales. Y es que, cuando las mujeres defienden derechos humanos, están al mismo tiempo desafiando normas culturales, religiosas, sociales y legales muy arraigadas en las sociedades patriarcales.
Frente a este contexto, los colectivos de mujeres y las organizaciones feministas despliegan estrategias y acciones para la defensa de derechos. La capacidad organizativa, las estrategias de solidaridad y apoyo mutuo, la participación activa en sus comunidades y organizaciones, la apuesta por alternativas basadas en la sostenibilidad de la vida, y la puesta en marcha de estrategias de
protección feminista y autocuidado, son rasgos esenciales del trabajo que realizan las defensoras de forma cotidiana.
La interseccionalidad de las violencias que sufren las personas racializadas, las disidencias sexuales y de género y las mujeres destaca la urgencia de abordar los riesgos sistémicos que enfrentan.
Es esencial exigir a los Estados que protejan los derechos de estos colectivos y a quienes los defienden, para garantizar el pleno goce de derechos de todas las personas, independientemente de su origen étnico, su clase social, su orientación sexual o su género.